Cuchurrumi.
Es uno de los miembros de nuestra colonia amenazada, donde su visita diaria se convertía en una fiesta de maullidos sin fin para que le dieramos latita y no solo a nosotros, como algún otro miembro tuviera la osadía de colarse y comer latita sufría los incesantes maullidos de Cuchu en las orejas hasta que su víctima se marchaba por su cansinez.
Ahora a salvo es un gato tranquilo que sabe que su ración de latita nunca le faltará y espera pacientemente subido en uno de los rascadores su platito amarillo favorito.
Alguna vez nos ha dejado tocarle la barbillita poniendo carita de gusto pero si el día no es propicio para ello, avisa levantando una de sus patas en señal de amenaza inminente de sopapo .